Mensaje desde lo profundo by Raúl Magnasco

Mensaje desde lo profundo by Raúl Magnasco

autor:Raúl Magnasco [Raúl Magnasco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Misterio, Suspense
publicado: 2017-12-13T23:00:00+00:00


─¡Vámonos ya a la mierda! ─dice un Nacho totalmente despreocupado por la presencia de un automóvil en el complejo. A esta altura, siente, ya no le importa nada. Si es la policía, o son traficantes de órganos, prefiere pasarlos por arriba con la camioneta, antes que quedarse un segundo más en ese tenebroso lugar. Todavía no puede creer lo que escucharon adentro, reflexiona aún corriendo hacia la camioneta, que sigue allí presente, casi como una compañera fiel, esperando a sus ocupantes.

No obstante, le llama la atención al acercarse, que la puerta del acompañante se encuentra abierta.

─Pará boludo! ─le indica a Germán, deteniéndolo con su mano en el pecho, quien venía corriendo medio rengo todavía por el golpe que se dio contra el carrito. ─¿Qué hace la puerta abierta? … ¿alguien nos robó? ─agrega refiriéndose al vehículo que habían escuchado antes.

Camila, que recuerda haber tenido una experiencia igualmente espeluznante a bordo de la camioneta, no recuerda, aunque imagina posible, haber olvidado la puerta al salir corriendo, pero en lugar de decirlo, solo alcanza a pedirle:

─Ignacio, ¿Podemos irnos ya de este lugar!? ─interviene con autoridad en su voz.

Nacho, a quien solamente llama por su nombre cuando demuestra cierto grado de enojo importante, la mira, y casi instantáneamente, sin discutir, mete la mano en el bolsillo, confirmando que allí se encuentra felizmente la llave de la camioneta.

Sin importarle ya si alguien pudo haber robado algo, le alcanza con ver que la camioneta aún sigue presente, aparentemente intacta. Tardan apenas unos segundos en subirse. Germán ahora queda solo atrás, ya que Zoe se subió con Camila en la parte delantera.

Nacho introduce la llave en el contacto, y al girar el tambor para dar arranque, percibe la dificultad que tiene para encender la camioneta. Dos o tres vueltas con poca tensión, son alarma suficiente para Nacho, que acaba de percatarse que la luz de la cabina se encuentra encendida, seguramente desde hace ya varias horas. Recuerda casi con culpa que le había costado arrancar la vez anterior, y ahora, deduce, le está costando más aún.

─¿Ustedes se olvidaron la luz prendida? ─pregunta algo enojado a las dos chicas que se encuentran temblando a su lado.

Un nuevo intento y tampoco arranca. Toda persona que pasó por una experiencia idéntica, al quedarse sin batería, sabe que si no arranca en el primer intento, difícilmente lo haga en los siguientes, puesto que el pobre remanente de energía que aún quedaba, se consumió en la primera tentativa. Nacho lo sabe, y al igual que todos en la misma situación, guarda la esperanza de que esta vez, sea una de esas pocas veces en las que igualmente logra arrancar.

─Vamos… vamos… ─murmura, de forma similar a las novelas de terror en donde el protagonista intenta escapar de algún peligro, y su auto no arranca. De pronto se percata de cuán parecida es esta situación a las típicas películas taquilleras, con la sola diferencia que en este caso, es peligrosamente real.

Intenta nuevamente arrancar, pero la batería ya no logra mover el burro de



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